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SEÑOR PRESIDENTE, de Miguel Ángel Asturias / Dirección, Iluminación, Escenografía: Carlos Giménez: créditos 1977







Blanca de Mora, viuda de Asturias



Gira por Europa y las 3 Américas

"Ahí está frente a nosotros el poder, blanco y cruel. El Dictador ejerciendo su vicio solitario, siempre fiel a los grandes patrones del imperio. Afuera está la muerte, la miseria, el hambre, los ranchos, el robo, la delincuencia, la solidaria agonía del pueblo, la muerte sin respiro. Pero el poder tiene su liturgia que hace ignorarlo todo. El blanco brilla sobre el trópico y los muñecos danzan al son de las monedas. El siniestro carnaval no se interrumpe. Todo está en orden.
El Dictador necesita de la higiene, de la calma, del ritual de las manos impecables, de la vajilla sin rasguños. El poder se protege de la peste popular y contagiosa. Dirige la ruta del mal con su campana de servicio;  a la hora de comer ni un solo hedor, ni una mosca, ni un eructo.
Sólo en el instante de la muerte cotidiana meterá la mano hasta el fondo de las entrañas enemigas para sentir el jugo de la sangre cálida, todavía vital, y sentirse  dueño de la miseria que organiza.
Es la redonda papada lasciva de Baby Doc, las gafas oscuras y el labio leporino de Pinochet, la barriga protuberante de Stroessner, el corazón rajado de los Somoza.  
Herido de muerte el Dictador organiza su liturgia de la higiene. Reniega del color y de la luz. Busca el blanco y el negro, el oro y la plata. Se asquea  del sudor y tiembla como un topo expuesto al sol del mediodía tropical. En su sala de banquete se come la carne y se bebe la sangre del pueblo. En los largos momentos de la siesta penetra una barriga mestiza y luego niega con asco el placer.  
Es la fábula contada de mil formas, del folletín al melodrama, del panfleto a la tragedia, de la crónica a la historia.
Para el Señor Presidente todo debe estar en orden, perfectamente limpio. 
De afuera viene el sucio, la cochinada de la vida como un estallido de fuegos artificiales. Las puertas y las ventanas del palacio están herméticamente cerradas. 
La peste queda afuera... por ahora".
Carlos Giménez, texto del programa de mano.


"Pierre Cardin invita al grupo a presentarse en el Espace Cardin de París para una temporada de 3 días que se prolonga por más de 15, con la presencia de grandes personalidades como Julio Cortázar y Ernesto Sábato, entre otros".



CRÍTICAS


"Un Marat Sade venezolano".
Tommaso Chiaretti
La República
Roma, Italia, 7/6/1977

"Es una escenografía rigurosa y sin dulzuras. Despojado el decorado. Tubos metálicos con los que se hacen mesas y sillas (...) Como esa bella escena del triunfo irrisorio del dictador (...) Escena característica del tono alegórico y voluntariamente retenido de una puesta en escena que sabe atenuar el realismo sin hacerle perder su eficacia".
Joseph  Bertrand
Pourquoi pas?
Bélgica, 22/09/1977

"La inteligente ubicación del público hace que éste no  permanezca fuera sino dentro del espectáculo (...) Carlos Giménez ha realizado una fascinante puesta en  escena que  multiplica los espacios". 
Galinov Foretik
Vjesnik
Yugoslavia, 25/9/1977

"Un maquillaje expresionista, unas luces  intensamente blancas, una dicción y un gesto 
alejados de todo naturalismo, una equilibrada  sucesión de imágenes violentas, unos actores tensos, deshumanizados o patéticos, según los casos,un ritmo preciso, un estudio minucioso del espacio escénico, se articulan perfectamente para anonadar y hacer pensar a los espectadores invitados a ese tétrico banquete".
José Monleón
Triunfo
España, 7/11/77

"(...) Durante años, y salvo escasísimas excepciones, he tenido que entender por teatro latinoamericano  o un teatro de mimesis europea que venía del cono sur o un teatro radical, guerrillero, pobre, voluntarioso y muy mal expresado. Y ahora se acabó. Rajatabla ha liquidado con este sólo montaje de Señor Presidente, tanta bien intencionada torpeza y tanta mala copia habitual.

Lo digo porque Venezuela, la Venezuela impresionante y magnífica, le debe a este grupo algo vital: una contribución clara, muy clara, a la creación de signos de identidad. No es tan importante la calidad de este espectáculo como su filiación, tan venezolana: es rico, es sólido, es imaginativo, es noble, es viril, es apasionado, es doliente, es crítico y está lleno de esperanza. Es muy, muy venezolano. Ya me gustaría que sirviese además, de modelo a los quehaceres dramáticos latinoamericanos, enseñándoles como se universaliza la anécdota local y cómo se añade al dolorido escalofrío la base técnica que lo transmite.

(...) En definitiva, una gran noche de teatro por algo claro: el gran acierto de renovar una forma expresiva sin caer ni en la belleza gratuita ni en la abstracción pretenciosa sino más bien buscando una variante hipertensa del realismo crítico que no excluya la presencia de acentos poéticos. Y todo ello articulado de tal forma que los elementos de la realidad queden organizados con disciplina teatral para evitar que la simple tentación de la denuncia y el compromiso empobrezca la visión de esa realidad y la prive de importantes datos sobre intensidad, sueño, imaginación e incluso, naturalmente, emociones".
Enrique Llovet
Admirables venezolanos
El País
España, 25/10/1977

"(...) Un teatro nacido del estudio, del trabajo, de la comunicación de ideas y del esfuerzo colectivo. Los actores y actrices son todos muy buenos y su capacidad de expresión en los múltiples personajes que hacen en sucesivas interpretaciones es, en verdad, admirable. Retengan ustedes el nombre de este grupo: Rajatabla de Venezuela".
Julio Manegat
El Noticiero Universal
Barcelona, España, 18/10/1977

"La pieza se estrena el 3 de marzo de 1977, en la sala sede. El día del estreno,como signo de buena fortuna, Jerzy Grotowski está sentado en la escalera de caracol que da a los camerinos, porque la sala está abarrotada.  Un poco más adelante, en una apretada fila, se encuentra Christian Dupavillon, delegado del Teatro de las Naciones para Latinoamérica. Los dos quedan impresionados con la metáfora escénica que es Señor Presidente. Allí se decide la invitación a Rajatabla para participar en el Festival de Teatro de las Naciones, a celebrarse en Nancy".
"Rajatabla 20 años", de Blanca Sánchez y David Rojas

"Vi Señor Presidente todas las veces que he podido y todas las funciones de Sitges. Y en cada ocasión se recibe el mismo impacto emocional que se deriva de la maravillosa interpretación y de la habilidad de haber sacado de una novela tan difícil un espectáculo que atrapa al público. Era emocionante en París ver el efecto que causaba la obra en los exiliados: al lado mío había un señor chileno que lloraba (....). Por desdicha, Señor Presidente aún atañe a los latinoamericanos".
Blanca de Mora, viuda de Asturias





















Fotos Miguel Gracia

Textos
Rajatabla 20 años, de Blanca Sánchez y David Rojas

Fuente
 Carlos Cassina / Pablo Cassina / Viviana Marcela Iriart
The New York Times
Rajatabla 20 años, de Blanca Sánchez y David Rojas



The New York Times, 1988

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